jueves, 28 de abril de 2011

12


Los pasos de antaño me persiguen, me pisan los talones, me muerden los pies y yo lloro; sí, lloro de expresión libre de impulsos, libre de ansiedad conservadora, suspiros violentos y materia caliente. Y me devuelvo, me devuelvo a las profundidades húmedas, a la boca de los estómagos y a lo ácido de sus entrañas. Allí me acomodo y duermo, tiernamente duermo, esperando en la esperanza mesiánica, no encarnada en huesos, si no en el mismo acto de esperar, que constituye la materia prima para amar. Que tiemblen los huesos, que estallen mis manos, que caiga la noche y que hable. Que el sucio pavimento aguante, aguante las muchedumbres, que aguante el peso de la dura existencia. 

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