martes, 10 de septiembre de 2013

99

Y caminar mucho y rápido, mientras las ideas se agolpan en la sien y duele, duele pensar. Quieres sumergirte en una canción interminable que tiña todo lo que ves; centímetro a centímetro, esperando que pronto llegues a un lugar desconocido donde no conoces a nadie, y lo único que sabes es que está lejos, y nada más. Los pies ya no avanzan, parece que te detienes; pero no, vas muy rápido, todo alrededor se ajetrea y se mueve escandalosamente. Parece que hay una fiesta a tu alrededor, pero tu estás sordo y no logras ver nada. Pareciera que sólo logras ver al mendigo que duerme en la pasarela de un viejo edificio, y te dan ganas de quedarte sólo con él y compartir su miseria, y sentirnos míseros juntos. Miseria que te recuerda que estás vivo (sí, a veces se me olvida). Y la gente pasa, agitada, a paso veloz por nuestro lado pero no los vemos, no los olemos, ni los sentimos. Son invisibles y nosotros para ellos. Ellos van a sus casas; nosotros hacemos de cualquier lugar nuestra casa. Cualquier lugar puede ser miserable con un poco de esfuerzo.

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